EL DINOSAURIO QUE ABRE LA BOCA
El Dinosaurio que abre la boca
Me echó en cara con su aliento
Que no dijera esto:
Cómo me gustaría que los asesinos en serie de Estado
Los asesinos de la cultura de matar: cazadores, toreros. etcétera
Los novios de la Muerte: mercenarios y soldados de graduación
Los ladrones políticos, prevaricadores, y religiosos pedófilos
De cualquier creencia, dogma o calaña, aprendidas en escuelas
Destinadas a subyugar y domesticar a los sujetos
Así como los traficantes de armas y de órganos vivos
Desaparecieran de la faz de la Tierra de una vez por todas
Como les sucedió a los Dinosaurios tan esbeltos y potentes
Muertos y desaparecidos en larga procesión de sed y hambre
Y que sirvan, como ellos, para distraer a los niños
En la fiesta de los inocentes
Y ocupen un lugar en la historia del entendimiento humano
Para que no se vuelvan a repetir
Las inquisiciones, las guerras intermitentes, las matanzas
Que dan vida a los asesinos en serie de todos los gobiernos
Que, cual políticos, aprenden en cátedras de asesinar y rebuznar
Por uso, por moda, y sin maestros.
Qué bellacos fueron nuestros tatarabuelos y abuelos
Que de muertes y asesinatos cátedras permitieron
Votando y alabando a asesinos en serie por Decreto.
Quizás porque les enseñaron, y bien, sus maestros
Que los hombres, todos, se alimentan de cadáveres
Incluso los incrédulos e ilusos
Que de los hombres y sus creencias tienen poco aprecio.
Ojalá sea un hecho confirmado
Que, en la carpa del campo, a cielo abierto
Se muestren a los niños y niñas a todos estos mal nacidos
Echándoles en cara a todos estos deformes majaderos
De la violación de los derechos humanos
Del crimen, el asesinato y la muerte de pueblos enteros
Su instrucción asesina y su talento
Y queden a buen recaudo
En la historia verídica del tiempo, tan curioso
Porque así no puede ser el mundo que vivamos.
No en nuestros días.